lunes, 10 de octubre de 2011

Crimen en la calle Pringles


Corría el año 55, cuando el mudo Gambini, un ladrón de poca monta del barrio Carabaza, fue encontrado muerto junto a su perro Zimba en la calle Pringles.
Era una de esas noches donde la fina garúa, calaba las  almas de los valientes que trataban de hacerle frente, esa lluvia con mezcla de niebla, sabía cubrir bien a los enamorados en los callejones y  esconder bajas pasiones, odios y rencores. Lo cierto es que aquel sabandija no merecía tal muerte, tanta ira, tal rencor y desprecio por la vida humana.
Si bien Gambini era un ratero, pertenecía a una “familia” ,los Cancerberos,  familia la cual tiene a sus hijos bien vigilados, y si sospechaban que el hijo había torcido sus pasos lo “ mandaban a dormir sin comer”, como sabia decir Pedro chico el mandamás de la familia.
Se dice que fue por amor, otros que fue por una deuda no pagada, pero lo cierto es que el cuchillo penetro su garganta y terminó en su ombligo, esparciendo sus viseras por el adoquinado de la calle Pringles, solo su perro, mudo testigo de aquella noche puede dar fé de lo ocurrido.
Era un día como cualquier otro en la Argentina del General, las fábricas abarrotadas de trabajadores, los trolebuses cargados de poderosos brazos dispuestos a forjar el futuro, se movían como gigantescos ciempiés hacia las zonas portuarias, los canillitas pregonaban las noticias “la nación quinta, La princesa Sofia presenta sus joyas en el museo de arte…” o “ Extra, extra  sin pistas sobre el cargamento de dinero desaparecido…..” Los cierto que los gritos del pequeño canillita se perdían en la maraña de sonidos de la cuidad.
El mudo el menor de los 14 hermanos Gambini, era un hombre de origen italiano criado en las riberas de la Boca, en la época en que lo conocí solo era un muchacho bueno de condición humilde y corazón amplio. Nos hicimos amigos por casualidad yo viajaba a la casa de mis abuelos en el trole 403 cuando un problema mecánico me dejó a pata, entonces metí la mano al bolsillo y solo contaba con una moneda de 25, pedí entre la gente pero nada, todos estaban embarullados en sus problemas, mis problemas crecían hasta que llamó mi atención un pobre ciego que estaba en la esquina de la plaza.
Sus ropas harapientas, y su falta de higiene me hablaban de que no la pasaba muy bien, y con voz quebrada casi como un moribundo pedía “10 centavos por caridad 10 centavos para poder comer…” .Sentí en ese momento de que mis problemas de traslados no eran nada ante aquel pobre ciego, me compadecí de él y le dí mis 25 guitas, dejandolas caer en la lata de tomate que tenía por alcancía, “Dios te ayude hermano… pero solo te pedí 10 centavos no 25…” me quedé sorprendido, como había podido adivinar de cuanto era la moneda si ni siquiera la tocó, entonces bajó sus lentes oscuros y guiñandome un ojo, me dijo “ Tomá las 25 guitas y seguime…”
Presuroso tomé el dinero y nos encaminamos hacia un callejón cercano, el caminaba con dificultad y me pedía que lo guiara. Ni bien doblamos la esquina del callejón se entró a reir. “En serio me querias ayudar, sos un perejil, no te diste cuenta que veía, si apenas te marque que bajaste del 403 me di cuenta de que sos un pelagatos…” lo que pasa es que pensé que estabas en apuros y con hambre, entonces…” entonces larga otra carcajada que casi lo deja sin aire y dijo “ vení yo te voy a enseñar a sobrevivir pero te doy 2 o 3 truquitos y depués estas solo eh…”
 Comenzó entonces a enseñarme el cuento del tío, la media uruguaya, y la forma en que debía hacerme el ciego, “ Bueno listo con eso tenés para defenderte..”
Me paré entonces en la esquina de Agüero y Perón y comencé con lo del ciego, al rato me vi rodeado de tres personajes salidos de los prontuarios de la Federal, un petiso tatuado, otro falco con la vista perdida y el más agresivo bien vestido de traje y corbata, lo que me llamó la atención.
Me increpaban “Eh tomatelas de acá ..”  “esta es nuestra esquina chambón..”; como un relámpago cayó el mudo e inundó de golpes la escena, “ dejen al pibe que está conmigo…” todos salieron corriendo, y el de traje al huir decía “ se va a enterar Pedro chico, sabelo…”
Entonces el mudo me levantó del suelo, en donde me encontraba después de haber recibido un golpe en el revuelo, y le dije “ te debo una…” a lo que contestó “ Una son la cantidad de vidas que tenés cuidate..” y se marchó con rumbo a la calle Pringles, entonces lo seguí, siempre a distancia, escondido entre la gente. En un instante se dio vuelta pero me oculte detrás del canillita le pedí un diario, “Extra, extra sin pistas sobre el  cargamento de dinero desaparecido..” gritó cerca de mi oído el pequeño, entonces compré el diario con mis 25 guitas y lo seguí. El dio vuelta en la calle Pringles y se internó en un conventillo, en la pieza de arriba estaba su guarida, cruzando el patio adornado con guirnaldas de ropa colgada, glicinas en las macetas, y canarios enjaulados.
Una señora gorda me salió al paso y me dijo que me fuera pero insistí en ver al mudo, giro su regordete cuello y Gritó “Mudooo te busca un perejil…” (que tienen contra el perejil en este barrio todavía no lo sé).
“Dejalo pasar ..” entonces doble el diario por la mitad y me encaminé a la pieza. Un ambiente pesado de encierro se respiraba en esa pieza de  dos por dos, donde se repartía las horas entre el catre, la vieja silla de paja trenzada y el calentador a Kerosene donde silbaba un tango su ennegrecida pava.
“ Sentate, y pasame el diario..” acepté u obedecí no sé cual de las dos. Entonces me dijo “Quien pudiera hacerse con esa guita no?..” “ con cual?..” le respondí “Con la guita del embarque perejil, con cual otra….” (otra vez con la hierba aromática). Fue cuando recordé una historia que me contó mi abuelo Agustín. En ella describía la forma en que el se vengaría de un patrón, que lo echó del trabajo por salir con la que ahora es mi abuela, el decía que todos los días a las 5 en punto el patrón llamaba a un camión de caudales para retirar la recaudación de la fábrica, el sabía que ese era solo un artilugio para sacar el dinero en un viejo camión conducido por su lamebotas Pedro hijo de un amigo suyo. También sabía el lugar exacto donde lo guardaban hasta el otro día. No hice más que relatarle el cuento al Mudo, “ y si fue tu abuelo?..”  “No creo ..” respondí “Mi abuelo murió hace una semana, en la miseria total… Imposible..”. “Decíme en donde lo queria esconder…” “ en un viejo galponcito de la calle Luján, donde mi abuelo tenía un horno de barro..”. Y nos dirigimos presurosos, tomamos el trole, y llegamos al trote a la Calle Luján. Su polvorienta bienvenida opacó mis zapatos, entonces entramos en el galpón y comenzamos a revisar nerviosos casi desesperados.
Y bajo una lona, cerca del horno de barro encontramos 3 bolsas, El mudo sacó su cuchillo y cortó el costado de una “ esta llena de guita…me salvé..Ja ja..” a lo que respondí “ Siiii nos salvamos…”. Dejó de reírse y me miró fijamente, levantó su cuchillo ante mi y dijo “ Me salvé.. o que esperabas?.. que lo compartiera …Pe” “Si perejil… ya sé..” repliqué. Entonces tomó las tres bolsas de dinero y huyó corriendo.
Me sentí desolado, y volví a mi casa con la amargura que luego se convertiría en deseos de venganza.
Al paso me encontré con Perla, una morocha de clase media que me tenía loco, pero nunca la pude invitar a salir dada mi condición humilde. Me guiño un ojo, y cuando la iba a encarar me salió al cruce su vieja, una estirada que se la daba de ricachona “Vení para acá que ese solo te puede dar pulgas y mala vida…”
Mi corazón se volvió a romper; solo sin dinero y a pié, me dirigí  a mi casa a la pasada Andrés, un pibe del barrio me dijo “che hoy  se junta la crema de la crema en el baile  la tierrita, Venís?...mirá que va Perla..” Entonces sin nada que perder me preparé.
Me bañe, engomine mi pelo, lustre mis zapatos y me fui para La Tierrita. Las luces de Colores y los banderines le daban aire de fiesta a la noche, a la entrada como era de rigor el Negro Chiche  te palpaba de armas, pero yo era un tipo tranquilo y ya me conocían entonces me miró y me dijo “Pasá pibe..” con esa voz aguardentosa, que denotaba largas noches de alcohol y faso.
Sonaba los ritmos de Alberto Castillo, del maestro Troilo, entonces entró Perla, hermosa deslumbrante, acompañada de la arpía de su madre. Me acerco para cabecearla como es costumbre y se me interpone un dandy bien peinado, de traje a rayas y zapatos de charol. Se me adelantó y la invitó a bailar, la madre me miró mientras decía “Dale Perla salí a bailar con el caballero,..”. No hice mas que tragar la amargura y me encaminé al Buffet a tomar unos vinos, sabios bálsamos para el olvido. No se cuanto bebí esa noche, no era un tipo acostumbrado a la amargura del alcohol, a la salida de La Tierrita, me ataja el Negro chiche, pone su inmensa mano en mi hombro y sin decir ni una palabra me miró a los ojos… y me dijo todo, asentí con mi cabeza como pude y me fui a la calle. Caminé  y caminé, doblé la esquina de la calle Pringles y los encontré a los dos jugueteando al amor. No podía controlar mi ira y me acerqué precipitadamente lo dí vuelta del hombro y el respondió con un golpe, caí al piso y un perro me empezó a ladrar como desesperado, Perla ya había corrido hacia su casa como alma que la lleva el diablo.
Me incorporé y le reclamé “No podés hacerme esto, primero la guita y ahora Perla…” a lo que el mudo respondió “ Yo te dije que te enseñaba unos trucos, pero los mejores me los dejé para mí…Ja ja..” no terminó de decirlo que mi puñal atravesó su garganta y bajó súbito hacia su estomago. Limpié mi cuchillo y corrí hasta la casa de Pedro, mi amigo, y le dije “ Ya está hecho..”
La mueca de su cara denotaba una media sonrisa, al otro día partimos hacia Uruguay con el botín y nadie más supo de mí.

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